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Más sobre el Eje de motivación


Esta herramienta se genera en la experiencia docente llevada a cabo en nuestro colegio. Su origen se sitúa en la constante búsqueda de la motivación, a través de propuestas didácticas interesantes y atractivas para el alumnado, que han funcionado muy bien en clase y han logrado suscitar una gran motivación hacia el aprendizaje. Sin embargo, su finalización provocaba en el alumnado una sensación de desanimo. En el colegio nos referimos a ella como “el efecto domingo por la tarde”, porque supone el fin de algo muy satisfactorio, y lo que viene parece que no lo va a ser tanto. Este descenso en las expectativas del alumnado es lo que desencadena el diseño del eje de motivación, por qué no aprovechar el poder motivador de estas actividades y explotarlo durante mucho más tiempo.



Como toda intervención educativa articulada, el eje de motivación se construye desde la programación. Y aquí se produce el primer gran cambio, ya que supone elevar una tarea o recurso motivador a una dimensión organizativa. Convertirlo en el centro sobre el que girará el desarrollo competencial asociado a una unidad didáctica, un trimestre o, incluso, un curso.



Pero no solo implica cambios organizativos, también supone adecuar la metodología. De hecho, el cambio en la forma de enseñar también es parte del eje, y como tal se recoge en su estructura de planificación, que apunta tres líneas de acción: (1) el trabajo en equipo, (2) la dramatización y (3) el desarrollo de la creatividad.



En líneas generales, una intervención didáctica consecuente con la filosofía de esta propuesta debe ajustarse a las características del eje de motivación, que son las siguientes:


  • Vinculado a los intereses del grupo. Todo eje de motivación surge a partir del conocimiento del alumnado, no antes. Solo así, el docente podrá identificar qué aspectos aglutinan el potencial motivador necesario para constituirse en eje.
  • Adecuado a sus capacidades y a los recursos disponibles. Se trata de plantear un proyecto realizable. El alumnado debe valorarlo como tal, ya la percepción de la viabilidad es un factor irrenunciable de motivación.
  • Globalizador. El desarrollo del proyecto requerirá la integración de contenidos de diversa naturaleza a partir del establecimiento de relaciones de inter e intradisciplinaridad. Por lo que la flexibilidad metodológica y concepción supradisciplinar del conocimiento se erigen como factores clave en la intervención didáctica.
  • Finalista y concreto. La definición y el carácter tangible del “producto” proporcionará una orientación constante del proceso de aprendizaje. Al mismo tiempo, fijará una meta con la que retroalimentar la motivación. 
  • Abierto a la investigación, la colaboración y la creatividad. Durante el desarrollo del eje, el propio alumnado generará gran parte del conocimiento. El papel mediador del docente para ello resultará crucial, y garantizará que la aportación de todos tenga cabida el “producto” resultante.


La estructura temporal del eje de motivación es flexible, siendo cada docente el encargado de definirla y adaptarla. No obstante, identificamos unas fases que se suceden como consecuencia de los procesos cognitivos a los que se recurre para la construcción del aprendizaje. Las hemos definido como “momentos”, ya que surgen de acuerdo con las necesidades que el alumnado va a teniendo...


  • Momento de aprender. Todo proyecto se asienta sobre unos conocimientos, que son necesarios. Por ejemplo, sembrar un huerto y obtener frutos es imposible sin conocer los periodos de siembra, riego y recogida, entre otras cosas. Estos conocimientos se pueden adquirir de formas muy diferentes: leyendo, haciendo un curso, preguntando... El momento de aprender suele ser el inicio, aunque reaparece en cualquier instante, y se satisface mediante las clases impartidas por el docente o a través de la investigación del alumnado. 
  • Momento de hacer. ¿Para qué sirve aprender si no se aplica el conocimiento? La funcionalidad del aprendizaje es un elemento crucial en el eje. No solo refuerza la motivación, sino que hace lo propio con la significatividad. Se basa en la acción directa del alumnado. Siguiendo con el ejemplo anterior, este momento supone coger las herramientas de labranza y trabajar la tierra.
  • Momento de crear. Podríamos decir que es la aportación personal que los alumnos realizan al proyecto. A través de ella se logrará un “producto” único, vinculado al contexto, especial... La satisfacción de reconocer la capacidad de crear algo propio con el aprendizaje realizado es, en sí misma, un resorte para querer aprender más. Esto puede apreciarse en la cocina creativa: cuántos platos diferentes pueden inventarse con lo que hemos recolectado en nuestro huerto.



Estructura y desarrollo del eje de motivación



Este eje coloca a la obra Platero y yo (a través de la versión que hemos adaptado: El burrito de Moguer) en el centro organizativo de los procesos de enseñanza y aprendizaje del área de lengua durante una unidad didáctica. 



La programación del eje de motivación pasa por identificar los contenidos específicos que se han de abordar en clase para contribuir al desarrollo de Competencias Básicas a través de la obra de Juan Ramón Jiménez. Seguidamente se utiliza el proyecto para establecer relaciones con otros contenidos de diferentes áreas curriculares (lengua, EPV, Educación Física o Música) que no suscitan tanta motivación como los vinculados directamente al proyecto de los cuentos, pero que podrían presentarse como necesarios para su desarrollo. En el gráfico inferior puede apreciarse esta relación entre conocimientos en torno a los cuentos.
 
Web del proyecto didáctico "El burrito de Moguer". Consejería de Educación. Junta de Andalucía.